El valor de un NO



La semana pasada me puse a pensar en por qué se me había ocurrido crear un blog. Respuestas obvias y loables como: porque quiero publicitar mi trabajo, salir de la megafamosa “zona de confort”, enfocar mis objetivos, etcétera, fueron las primeras en aparecer, pero a esta ola de razones bonitas le siguió la verdadera, que poco tiene de agradable.

Hace diez años, después de darle muchas vueltas, decidí dejar mi trabajo y cortar relaciones con el título que me había dado la universidad, porque sabía que por ahí NO era. A partir de ese momento, navegué a la deriva en un mar que me lanzaba ideas copadas, pero que jamás me mostró las herramientas necesarias para llevarlas a cabo. Además, a esta corriente tormentosa le gustaba jugar con mis carencias y erigir banderas rojas a cada milla que avanzaba, así que no solo me obligaba a pelear contra mis miedos, sino que lo hacía mostrándome mis puntos débiles.

Cuando hablo de miedos no me refiero a los externos, que se codean con el “qué dirán”, con el “cómo afronto esta pérdida de dinero y de tiempo” o con el “cómo empiezo”. Esos también existían, pero hoy me interesa hablar de los temores que moldean a estos otros y que son más profundos y escurridizos, difíciles de identificar.

Todavía me cuesta poner en palabras mi proceso, porque considero que fue una larga humillación. ¿La creé yo? Por supuesto, nadie me dijo directamente: ¡Qué fracasada que sos!, pero, en conversaciones ordinarias, muchas veces sentí que los demás lo pensaban. Comentarios como: “Fulano se tomó un año sabático, siempre fue medio vaguito”; “a Mengana la mantiene el marido, no sé qué va a hacer cuando él la deje”; “Sultana largó la abogacía, ocho años de universidad al pedo”, eran moneda corriente en demasiadas charlas.

Las palabras dejan huellas y, si las oímos una y otra vez, terminamos tomándolas por ciertas y es ahí, cuando le damos más crédito a la opinión ajena que a la nuestra, cuando todo se va al diablo. Yo creí ciertas esas frases durante mucho tiempo y, cuando dejé de hacerlo, aún me lastimaban (extraño pero real). Ahora, entiendo que, probablemente, la gente que las dice tampoco las cree verdaderas, pero las han escuchado tanto –porque las palabras se contagian– que no pueden dejar de repetirlas. Como sea, para mí, fue esencial identificar de quién era el problema y no hacerme cargo cuando no me correspondía. Un NO bien puesto.

El proceso me llevó un poco más de diez años en los que precisé negociar conmigo misma, conocerme y respetarme, pero sobre todo alentarme a no abandonar la búsqueda de la felicidad, que para mí radicaba en hacer lo que me gusta: escribir. Fue difícil, tuve que enfrentarme a mis miedos y, para eso, precisé descubrir su origen; tuve que amigarme con esas raíces, analizarlas frente al espejo, llorar y abrazarlas, para poder despedirlas.

Entonces, volviendo al principio, hace una semana, me vi sentada frente a la computadora, mirando la ciudad a través del balcón y pensando en “¿por qué corno se me ocurrió armar un blog?”. Resulta que la página que yo misma había creado estaba loca y dejaba unos márgenes terribles del lado derecho, que yo, con mi casi nulo conocimiento de sitios web, no sabía cómo solucionar.

Llegué a ese punto y me di cuenta de que el proyecto de los últimos dos meses, en el que había puesto toda mi energía, me decía que NO. Que a él no le importaba cuánto yo había fantaseado con que se diera, él no iba a salir porque no se le cantaba acomodar los márgenes como yo quería. Bromas aparte, casi me doy por vencida, pero no lo hice. En cambio, cerré la compu y me fui a pasear, masticando ese No.

Y mientras caminaba con la perra, mi discurso preferido empezó a tomar forma: yo, una persona con ningún conocimiento de páginas web había llegado hasta ahí, había visto decenas de videos sobre alojamientos de sitios, creación de blogs, elección de plataformas, uso de plugins, y los había hecho realidad. Estaban todos juntos y combinados en mi compu, dentro de un blog. Eso, que jamás se me hubiese ocurrido que podía implementar, porque nada tenía que ver conmigo ni con mi realidad, estaba listo para ver la luz y todo gracias a mí.

No solo eso, y esto en un sentido más general y a la vez más importante y profundo, antes de tener la idea de crear un blog, había tenido que luchar contra opiniones ajenas, había tenido que soltar manos amigas que ponían palos en las ruedas y dedicar tiempo que no tenía a perfeccionarme, todo en busca de un sueño y con más dudas que certezas. Sin embargo, ahí estaba yo, no me había dado por vencida en todo el trayecto ni había vuelto a la vida que tenía antes, que era más fácil y segura, pero menos dichosa.

Entonces, saboreando esas últimas victorias, me senté frente a la computadora de nuevo y pensé que para llegar a donde queremos a veces tenemos que ensuciarnos un poco con ideas ajenas, tenemos que amigarnos con nuestros fracasos y comernos los NO tantas veces como aguantemos, siendo conscientes de que la negación es parte del camino. Debe estar ahí para mostrarnos que somos capaces de vencerla en pos de cumplir nuestros sueños.

7 comentarios en “El valor de un NO”

  1. Me encantó!! Es verdad , estamos llenos de NO, que nos alejan de hacer realidad nuestros sueños.
    NADA de darse por vencidos a buscar el camino a la felicidad que grneralmente no es el más facil

    1. Hola, Laura. Me encantó tu comentario. Es verdad, el camino puede ser arduo, sobre todo cuando nos encontramos con muchos NO. También puede ser difícil identificarlos (porque muchos forman parte de nosotros mismos), por eso es importante estar atentos y abiertos a la idea de cambiarlos por un SÍ cuando precisemos hacerlo. Te mando un abrazo enorme.

    2. Nunca fracasamos cuando lo intentamos . A lo sumo aprendemos a partir de errores, o sea, de la mejor manera porque esa lección no se olvida. Indagar en tu interior para descubrir qué es lo que realmente querés ser y hacer es una búsqueda difícil y a la que no todo el mundo se atreve. Los comentarios externos no tienen valor, aunque tontamente a veces les permitimos hacernos daño. Las opiniones de los demás con esas frases típicas ante determinadas situaciones solo llenan espacios vacios porque algo hay que decir. Nadie tiene la vida resuelta, nadie sabe lo que vive el otro en su interior. Nadie va a vivir la vida de otro, así que solo vos podés decidir cómo querés vivir la tuya. Te admiro por esa búsqueda y por tomar acción aunque no sea fácil. Lo difícil te da el doble de satisfacción cuando lo lográs. ¡Soy tu fan! ❤️

  2. Es muy difícil erradicar todos los NO que tenemos en nuestra cabeza. Arrastra muchas auto-exigencias que a veces no sabemos manejarlas. Hermoso que hayas dejado a un lado ese NO que te frenaba a hacer esto tan hermoso! 😘

    1. Hola, Agus. Qué interesante lo que decís, porque muchos de estos NO forman parte de quienes somos; sin embargo, a pesar de no ser externos, hay muchos que tampoco nos pertenecen. Por eso es lindo el ejercicio de reconocerlos y analizarlos, para practicar el “soltar” de a poco, con detalles mínimos, hasta conseguir apartar aquellos que más nos limitan. Te mando un abrazo y gracias por tu comentario.

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